¡¡Feliz Jueves para todos amig@s!!
Como les prometí les voy a resumir Ordeno y mando de Amélie Nothomb. Vamos.
"-Si un invitado muere repentinamente en su casa, sobre todo no llame a la policía. Llame un taxi y pídale que les lleve, a usted y a ese amigo que se siente indispuesto, al hospital-". Así empieza esta novela. La advertencia de un desconocido en una fiesta ¿Porque sí? La explicación es que, por ejemplo, él sería considerado culpable y su departamento, el escenario del crimen, hasta que se demuestre que sólo fue un ataque cardíaco. A ustedes, seguro, se les pasó por su cabecilla lo mismo que a nuestro protagonista: "¿No estará llevando la paranoia un poco lejos?". Y sí, diríamos todos,pero la respuesta fue "Desde Kafka, está demostrado: si no eres paranoico, eres culpable". Tomá mate.
Ya en su casita y por la mañana este tipo piensa cómo lo estimula hablar de la muerte. Al rato suena el portero y era un señor diciéndole que su coche se averió y si le prestaba el teléfono. ¡Ja! y bueh... lo dejó pasar, marca y se desploma. Sep, así como así. El flaco cuelga el auricular cuando oye el "¿Diga?". La cosa que cuando iba a llamar al servicio de emergencia se acordó de la conversación. " ¡¡Qué coincidencia!!" pensó el salame. Solo con aquel cadáver desconocido. Se hizo la cabeza que él era el culpable ideal.
Él: Baptiste Bordave, víctima y también sospechoso se ponía en investigador: ¿A quién llamó? ¿Escuché a una mujer? ¿Quién era ese caballero? ¿Tenía derecho a ver su documentación?
El fiambre: Olaf Sildur, sueco y de la misma edad que Baptiste. La profesión no la llegaba a leer porque estaba en sueco. Encontró mil euros en billetes de cincuenta, obviamente, nuevossss y unos forritos. Salió y se encontró que Olaf tenía un Jaguar ¡Wauu! Nuestro protagonista ya había dejado de sentirse inocente. El cadáver le pertenecía, así queeee, si dejaba al tomuer un tiempo en su dpto. pasaba por él tranquilamente. Un iluminado.
Suena el teléfono y Baptiste se pega alto cagaso. Atiende y era un bodeguero avisándole que pasara de vuelta por allá a buscar unos vinos. Él nunca había estado ahí, pensó. Imaginó una estafa a la tarjeta de crédito pero el hombre le dijo que pagó al contado. "Usted dejó este número de teléfono" le advirtió. Se le cruzó pedir que lo describiera, pero no se atrevió ¿Quién era él a esta altura? No sabía ni le importaba.
¿Era una ventaja hacerse pasar por muerto?
Pulsó la tecla de rellamada en su teléfono sólo para no tener que volver como un asesino. Nadie contestó. Retuvo la melodía de las diez notas de esa llamada. Una pista.
El auto funcionaba, el teléfono público comprobó que también. Claramente había una mentira. Su mente buscó excusas y, lógicamente, las encontró. El sueco, según él, exageró al mínimo ruidito del auto y quiso llamar al mecánico ¿Acaso eso bastaba que fuera lo posible? Si no fuera así, Baptiste tendría que pensar en un complot y no quería llegar a la paranoia.
¿Qué adulto no se quiere dar la gran vida? Baptiste se quería comer la vida a bocados, sentir la exaltación de la existencia.
Continuará...
Hasta el próximo Jueves.
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